Ayuda y caridad por cero euros
Compras de última hora, comidas opíparas, regalos a diestro y siniestro…Así es como la mayor parte de la población vive la Navidad. Pero no todo es fiesta, diversión y consumo, ya que hay personas que durante estas fechas ayudan a quienes Papá Noel y los Reyes Magos olvidaron visitar y obsequiar con fabulosos regalos.
Carmen Márquez Marín, conocida por sus compañeras como ‘Carmelita’, lleva setenta y tres años viviendo ajena a todo el tinglado que se monta durante los meses de diciembre y enero. Para ella, la Navidad no implica jugar a la lotería o comprar ese fantástico reloj o perfume que anuncia el actor o actriz más de moda del año. Su concepción de la Navidad está centrada en un ámbito más espiritual, cuyas premisas son la entrega, devoción y alegría por la celebración del nacimiento de Jesús de Nazaret. Esta monja de tez clara y rostro afable, ingresó en la ‘Orden de las Esclavas Concepcionistas’ de Sanlúcar La Mayor a la temprana edad de dieciséis años.
Desde niña demostró tener unas firmes convicciones religiosas, y al saber con certeza que quería dedicar su vida al servicio del prójimo, no dudó un instante en ingresar en el convento, lugar que considera “su verdadero hogar”. Una de las ilusiones de Carmelita era ser misionera, sueño que vio cumplido en el primer año de su estancia en las Esclavas. Sus superioras, atendiendo a las peticiones de esta joven novicia, la enviaron a la selva argentina pocos días antes de Noche Buena. Tal como cuenta hoy esta anciana monja de ochenta y nueve años, “fue una dura experiencia, ya que era la primera vez que no pasaba las Navidades con mi familia”. El hecho de estar lejos de su país y las condiciones tercermundistas de Jujuy, hicieron difícil el comienzo de esta adolescente entregada por entero a transmitir el mensaje de Jesucristo. Obligada a hervir el agua para deshacerse de las sanguijuelas, Carmelita y el resto de sus compañeras vivieron las navidades de 1934 ajenas a las celebraciones a las que estaban acostumbradas en su país natal. Nada de tomar uvas en Noche Vieja, nada de brindar con champaña para dar la bienvenida al nuevo año y por supuesto, nada de regalos. Estaban solas en mitad de la nada, luchando por una causa que muchos, aún hoy, la consideran perdida.
Carmelita enseñó a leer y a escribir a los indígenas del territorio de Jujuy e intentó, sin mucho éxito, iniciarles en los fundamentos del cristianismo. Recuerda que “muchos eran politeístas y no iban de acuerdo con la idea de la existencia de un único Dios”, asunto que dificultó su labor. Poco a poco se ganó la confianza de los habitantes de la zona, quienes siempre festejaban el día del cumpleaños de su peculiar vecina con exquisitos manjares. Tras pasar más de diez años conviviendo en la selva y haber logrado la alfabetización de cientos de niños ‘omaguacas’, fue a parar a Buenos Aires. Allí ejerció de directora de un colegio de niñas de clase alta.
Más de veinte años pasaron hasta que Carmelita volvió a poner los pies en territorio español. Ha trabajado en Málaga, Huelva y Sevilla como profesora de religión. Aprovechaba los fines de semana para ayudar al resto de sus hermanas con los más necesitados: huérfanos, ancianos y mendigos. Para ella, el periodo navideño no ha sido sinónimo de descanso, todo lo contrario, “es la época del año donde más tarea tenemos, necesitamos transmitir esa ilusión que muchos han perdido”. Al preguntarle si alguna vez sus fuerzas han flaqueado, responde rotunda “nunca, el de arriba siempre ha estado a mi lado y en los momentos más duros me ha sujetado la mano. Jamás ha permitido que me cayese”.
Hace ya un par de décadas que esta monja celebró sus bodas de oro con su congregación de ‘Las Esclavas Concepcionistas’, momento que coincidió con las fechas navideñas. “No tuve ningún regalo material, pero sí espiritual. Una misa en la capilla del convento para agradecer al Altísimo, los años que he podido gozar de la satisfacción del servir a los demás”. Ahora, a punto de cumplir los noventa años el próximo mes de marzo, está inmóvil en su cama aquejada de problemas circulatorios y cataratas. A veces, y debido a su edad, tiene lagunas mentales de hechos acontecidos en horas o días anteriores. Pero a pesar de ello, esta sevillana de pura cepa, no ha perdido ese acentillo melódico, adquirido durante sus años de misionera en Argentina, y recuerda con absoluta nitidez y una tierna sonrisa, aquellos años como “los más duros y gratificantes de mi vida”.
Carmen Márquez Marín a lo largo de toda su vida ha demostrado lo placentero que puede llegar a ser “el ayudar al prójimo”. Y quiere hacer hincapié en la Navidad, “época en que los cristianos deben estar llenos de júbilo por el nacimiento del niño Jesús”. Tal como cuenta Carmelita, “no podemos dejarnos seducir por la tendencia consumista, que cada año roba protagonismo al auténtico espíritu navideño”. No todo es juerga, despilfarro o derroche, hay que dejar de mirarse el ombligo y “pensar más en el de al lado”. Al menos, eso es lo que hacen personas como Carmen, cuya bondad humana y entrega no tiene límites. ¿Alguien da más?
martes, 22 de mayo de 2007
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